4 formas diferentes de hacer una deliciosa salsa de tomate casera

La salsa de tomate es una de la más versátiles y sabrosas. ¿Te aburriste de hacer siempre la misma? Acá tienes 4 versiones facilísimas de hacer.

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    salsa de tomate

    El tomate es uno de los alimentos más importantes que las Américas le han heredado al mundo, como la papa y el ají. Es uno de esos ingredientes que podemos comer fresco, pero sobre todo, en forma de salsa, acompañado con pasta, legumbres o pizza. Es quizás la elaboración básica para quien se inicia en las artes culinarias. Y es que una buena base puede ser el punto de partido de cientos de variaciones, dependiendo de lo que uno tenga a mano: verduras, carnes, hierbas y especias. ¿Cuántas salsas conoces derivadas de este fruto maravilloso? Acá tienes cuatro, para empezar.

    1. La salsa base

    El secreto para una buena salsa es un buen tomate. Siempre busca frutos frescos y maduros, y juega con las variedades. También hay muy buenos tomates en conserva. Recuerda, eso sí, pelarlos y despeparlos; las pepas aportan una acidez innecesaria. Una forma rápida de hacerlo es sumergiéndolos en agua hirviendo un minuto (solo un minuto), para que la cáscara afloje y sea más fácil pelarlos. Para sacar las pelas, usa una cuchara. ¿Qué más? Un buen aceite de oliva y ajos, picados o enteros, asados o dorados, depende de tus gustos (acá preparamos ajos negros). Solo recuerda no quemar el ajo, y cocinar el tomate al punto que más te gusta. Lo demás dependerá del giro que quieras darle a la salsa.

    Ajos y tomates: nada más.   Ajos y tomates: nada más.

    2. Napolitana

    El secreto de la napolitana es su simpleza. Solo necesitas buenos tomates, ajos y albahaca. Primero calienta el aceite de oliva y agrega el ajo, en la cantidad que te guste. Una vez que se han dorado (no los quemes), agregas el tomate hecho puré. Lo puedes hacer con la fuerza de tu mano o licuándolo. Cocinar los tomates toma apenas unos minutos. Si vas a consumirla al momento, sobre una pasta, recuerda agregar la albahaca justo al final. Un puñado de hojas frescas, y la sal y pimienta de tu preferencia.

    Para realzar el aroma, agrega la albahaca justo al final.   Para realzar el aroma, agrega la albahaca justo al final.

    3. Criolla

    La palabra criolla puede tener varias acepciones, pero acá nos referimos a una salsa ítalo peruana. ¿Qué lleva? Depende del gusto de cada uno, pero puedes empezar por la cebolla, apio y zanahoria, además del ajo y el tomate, claro. En esta salsa interviene la paciencia, y el gusto, porque unos prefieren la zanahoria al dente, mientras que otros más cocida, para que endulce la preparación. No olvides el hongo y el laurel, indispensables para darle profundidad, así como un chorrito de vino, tinto o blanco. Al final, decides si la quieres pastosa o en cremosa; es decir, o la dejas tal cual, medio rústica, o la licuas (incluso con un chorrito de leche). Si te quedó un toque acidita, un poco de azúcar ayudará en el balance final.

    Cebolla, apio y zanahoria como base. El resto es preferencia personal.   Cebolla, apio y zanahoria como base. El resto es preferencia personal.

    4. Bolognesa

    En vez de partir de una base vegetal, hazlo con carne. Usa la que prefieras: cerdo o res, o pollo, o la mezcla de estos (res y tocino, por ejemplo). Una vez dorada la proteína, entran la cebolla, ajo, apio y zanahoria, incluso pimiento. Que se rehogue con un poco de caldo o agua. ¿Vino? ¡Claro! Y paciencia, con la olla tapada. Unas hojas de laurel y hongos. Un atado de ramitas aromáticas: romero, tomillo, salvia y orégano. Si se seca, agrega más agua o caldo. Y deja que se cocine lo que te parezca: 30 minutos, una hora o más. Sin miedo, para que esos ingredientes se vayan desintegrando e integrando. Al final, un poco de mantequilla para darle brillo y cremosidad, o un buen chorro de aceite de oliva. ¿Te gusta picante? ¡Dale!

    Sa de complejidades: que los ingredientes se vayan integrando.   Sa de complejidades: que los ingredientes se vayan integrando.

    Recuerda, cualquiera de estas salsas las puedes guardar en la refri si las vas a usar en los próximos días. O también las puedes congelar para más tarde. No olvides usar un buen queso, mejor si es rallado al momento. ¡Provecho!

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